M1U1A3: “MI CONFRONTACIÓN CON LA DOCENCIA”
Yo me inicié en la docencia de forma
inesperada. Todo comenzó en el año de 1999, durante el mes de octubre, acababa
de salir de trabajar de una empresa de supermercados conocida como “GIGANTE”,
ahí era encargado del reclutamiento y la selección del personal. Había renunciado para buscar un mejor trabajo
y me encontraba caminando por la calle Padre Mier del centro de Monterrey,
dejando solicitudes de empleo a diestra y siniestra. Cuando de pronto, sonó mi
celular, era mi amigo Juan José que me llamaba para decirme que en el colegio
donde él trabajaba existía una vacante para la clase de religión con niños de
primaria y secundaria. Él y yo habíamos estudiado en el Seminario de Monterrey;
por lo tanto, no desconocíamos el tema en cuestión. Así que me preguntó si
podía asistir a una entrevista y accedí inmediatamente.
Desde que pisé mi primer salón de clases
me di cuenta que, de esta forma inesperada, Dios tenía un plan para mí. Me
enamoré de mi vocación magisterial, pero no tenía ninguna preparación académica
que me avalara profesionalmente, sólo lo aprendido en el seminario; por tal
motivo, me pregunté de qué modo podría potencializar mi buena voluntad
magisterial con la preparación académica apropiada y decidí acceder a la
Escuela Normal Superior “Profr. Moisés Sáenz Garza” para prepararme debidamente
y de este modo, cumplir con el perfil que de mí se requería en el ámbito
educativo. Me titulé como Licenciado en Educación de Nivel Secundaria con
Especialidad en Español y he sido sumamente feliz en todo este tiempo. Tiempo
después, se me abrieron las puertas en el nivel medio superior con la oferta de
trabajo que obtuve en Conalep donde laboro actualmente.
Ahora tengo tres centros de trabajo muy
agradables (dos secundarias y el Conalep) donde pienso que Dios me brinda la
oportunidad de hacer de este mundo un mundo mejor cada vez que tengo un grupo a
cargo de una asignatura. Me siento orgulloso de la vocación que se me ha
obsequiado y sumamente comprometido con la sociedad, con los niños y conmigo
mismo. La principal satisfacción que recibo es cuando egresan del nivel que
estudian, pero también el saber que una vez fui maestro de ellos y ahora puedo
ser su amigo. Además de que considero que he colaborado para formar a buenos estudiantes,
buenos profesionistas, buenos ciudadanos y buenas personas.
Reconozco que durante el trayecto de mi
proceso de aprendizaje como maestro he cometido errores, algunos muy grandes.
De hecho, me sentí muy identificado con
el autor José M. Esteve cuando menciona que “nadie
nos enseña a ser profesores y tenemos que aprenderlo nosotros mismos por ensayo
y error”. Sin embargo, creo que mis errores sucedieron más por falta de
información que por alguna mala voluntad de mi parte. Poco a poco, he ido superándome
en el proceso que lleva a configurarse en un buen maestro, confío en que cada
año escolar tengo una nueva oportunidad de empezar y mejorar el trabajo
desempeñado en el curso anterior.
Por otro lado, Lo más desagradable que
he tenido que tolerar en mi desempeño
docente es el escuchar “pseudomaestros” que solamente se interesan en cobrar su
cheque de pago, no se preparan, no se actualizan, no se preocupan por mejorar
su clase, ni en amar a los estudiantes. Eso es lo único que me molesta de mi
trabajo, cuando la mediocridad afecta a mis colegas. Espero que nunca me
transforme a mí. No soy el mejor profesor, pero me gustaría intentarlo. Por eso
también me identifico con lo que comenta José M. Esteve al final de su
artículo, de hecho, me sorprendí un poco porque yo lo escribí en la conclusión de
mi tesis: “No espero nada nuevo del
futuro: he hecho lo que quería hacer, y estoy donde quería estar.”
Cada día al iniciar las clases, en sala
de maestros, confirmo que tengo a la mano mi planeación para avanzar de manera
programada y sistematizada, conforme a lo acordado en la academia. Asimismo,
procuro tener siempre presente que formo personas y no objetos, ya que al
principio de mi experiencia magisterial, explicaba y daba por sentado que los
chicos comprendían automáticamente la lección. Entonces me cuestioné a mí mismo
si realmente estaba haciendo lo necesario para que mis alumnos lograran
aprender y me respondí que no. Por eso, ahora pedagógicamente trato de captar
si alguien no comprendió de forma clara y busco explicar adecuadamente según
las inteligencias múltiples para aquellos que así lo requieran. De esta forma
he complementado mi práctica con el desarrollo de mis propias competencias
docentes para favorecer el crecimiento de las de mis alumnos.
En conclusión, al finalizar la primera
unidad, me parece que compartir la aventura de mi ser maestro con mi tutor y
mis compañeros, me ha traído hermosos
recuerdos y valiosos comentarios que me enriquecen, me motivan y me impulsan a proseguir
participando en esta especialidad para actualizarme en las especialidad por
competencias. Esto significa para mí,
ser maestro y todo lo que conlleva, tal como lo manifiesta la sabiduría popular
náhuatl sobre quién es el verdadero maestro: “aquel que da sabiduría a los rostros y fortaleza a los corazones
ajenos”, así quiero ser yo.
Que Dios nos bendiga!!!
Juan Carlos De La Cruz Martínez